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Presentación al libro “De la Patagonia argentina al Valle de Arán. Un viaje de aromas, colores y sabores” Autor: Carlos Omar Pérez Espinosa.

Bienvenidos a bordo. Hoy nos reunimos aquí con el pretexto de invitaros a un viaje de aromas, colores y sabores, que va de la Patagonia argentina al Valle de Arán y que Carlos nos presenta con su libro. Sin embargo, este es sólo un pretexto y les contaré por qué.

Carlos, nos relata en este libro partes de su biografía como ciudadano del mundo. Detalles de la cultura culinaria que ha adquirido mientras experimentaba en diferentes lugares. Y nos lo cuenta con el objetivo de “acercar costumbres, historias y culturas alrededor de los fogones, de los sabores y de los olores” (dixit).

Encontramos en el libro relatos sobre la gran diversidad de alimentos que pueden encontrarse en diferentes partes del mundo, su historia, la forma de utilizar las especies, la importancia de la recolección respetuosa con la vida, y una cálida descripción de los procesos de elaboración de los alimentos que resuenan como hermosas sinfonías mediante las cuales unos determinados ingredientes se transforman en un plato para disfrutar.

Sin embargo, este no es un libro de recetas. Es un libro mediante el cual  Carlos relata a través de la cultura culinaria adquirida, un conjunto de relaciones sociales e históricas alrededor del mundo. Y también hace un homenaje a sus antepasados y otros seres queridos mediante la transmisión de sus recetas.

Tal y como el menciona textualmente:  “El nombre “receta” proviene del latin recipere, que significa “dar, recibir”. Las recetas son parte de la existencia, de la esencia misma de mujeres y hombres a través de los tiempos.”

En este sentido, el viaje de aromas, colores y sabores, que nos cuenta Carlos, es tan suyo que lo relata en primera persona y se presenta como un “pretexto”. Porque ese viaje tan suyo adquiere a su vez la forma del viaje personal del lector a través de su propia historia de aromas, olores y sabores. Deviene en el conjunto de relaciones familiares, sociales, y culturales que el lector también lleva de equipaje. Es entonces cuando el relato se transforma en cientos de relatos personales y propios de cada lector que aporta un sinfín de sensaciones entrañables durante el transcurso y al final del viaje.

Cuando me propusieron colaborar con la presentación de este libro, me pregunté si yo era la persona apropiada para hacerlo. Me pregunté qué podría aportar. No soy en lo personal ni una gran cocinera, ni una gran conocedora de la cultura culinaria de ningún sitio en especial. Pero me interesó la propuesta, y accedí a leer el libro para más tarde decidir si me sentía capaz de participar en este encuentro. Y tras leer la primera página lo comprendí. Este libro trata la cocina como un acto de amor y de respeto e integración con el mundo en que vivimos: el mundo natural y el mundo social. Habla de la forma en que al alimentarnos nutrimos nuestro cuerpo con aquello que consumimos en armonía con la naturaleza. Pero también, y más fundamentalmente, habla de la forma que alimentamos nuestro espíritu a través de las historias y relaciones sociales que nacen alrededor de la comida. Y en este sentido, todos los seres humanos tenemos algo que decir.

En lo personal, volvió a darle vida a mi bisabuela, hija de inmigrantes italianos en la argentina de los años ’50 administrando magistralmente el fuego a leña del hogar como parte de su rutina cotidiana. 

También me trajo los recuerdos de mi abuelo, hijo de inmigrantes libaneses en la Argentina de los años ’80, encendiendo el fuego para los asados del domingo en la casa familiar llena de seres queridos mientras las mujeres preparaban las ensaladas  y servían el aperitivo. Al asador primero, “para que no tenga la boca seca”. Evento que siempre culminaba con las brasas consumiéndose en el calor de la familia pidiendo un aplauso para el asador.

Y también la receta inigualable e imposible de replicar de mi abuela paterna, de origen alemán, cuyo “goulash” jamás pudo reproducirse para el paladar de mi padre porque intuyo que había un ingrediente faltante, las manos de la madre, que no se encontraba al otro lado del mundo.

Este ejercicio de recuperar ese aspecto ceremonial de la comida que se plasma en historias para “recordar”, para “volver a pasar por el corazón”, es lo que verdaderamente propone este viaje que Carlos  ha transitado “De la Patagonia argentina al Valle de Arán” pero que el lector transitará, además, desde sus propios orígenes e historias personales, familiares y sociales que despertarán, estoy segura, un conjunto invaluable de sentimientos que atesorar.

Ese viaje es un viaje que vuelve a los orígenes, a la esencia misma de un modo de comer que hace un especial hincapié en el proceso global que va de la recolección del alimento, a la mesa; en perfecta armonía con la naturaleza, y que teje lazos entre los hombres que se convierten en un tesoro invisible que forma el bagaje de historias familiares que trascienden de generación en generación, se nutren las unas de las otras, se fusionan, e integran costumbres y personas abriendo nuevos caminos desconocidos. 

Esta calidez que me ha dejado este libro de regalo, quizás esté generada por su hilo conductor que transcurre alrededor del fuego. Allí donde estemos las personas nos reunimos alrededor del fuego, el sitio en el cual se despliega el arte transformador de los alimentos. 

Y es en el maridaje de vinos que se sugiere para cada plato, donde se acaba de bordar ese lienzo de experiencias que todos hemos vivido a nuestra manera y con el que podemos deleitarnos durante la lectura.

Como decía al principio, hoy nos reunimos aquí con el pretexto de invitaros a conocer el viaje de Carlos que va de la Patagonia argentina al Valle de Arán. Y también decía que esa invitación a conocer su viaje es un “pretexto”. Porque la verdadera invitación consiste en nutrirse de estas páginas para animarse a experimentar la propia historia de ceremonias alrededor de la comida. Recolectar entre este conjunto de palabras aquellos ingredientes que aporten a vuestro alimento y a vuestros vínculos. Experimentar este abordaje filosófico del arte del buen comer. Y disfrutar del momento ceremonial de la comida. En mi opinión, no puede haber mejor invitación en estos tiempos que corren.

Giselle Küsters.

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